El VIGESIMOSÉPTIMO DOMINGO ORDINARIO
(Isaías
5:1-7; Filipenses 4:6-9; Mateo 21:33-43)
No todos,
pero muchos hombres sueñan de tener un terreno donde pueden hacer un
huerto. Plantarían frutales. Sembrarían
verduras. Tendrían corral para un caballo u otro tipo de animal. No sería grande el terreno, pero les rendiría
no solo frutas sino también la paz. Este
sueño es la base de la parábola de Jesús en el evangelio hoy.
El
propietario presta su viña a algunos trabajadores. La tierra es fértil y bien preparada. Con esfuerzo puede producir mucho fruto. Se puede entender la viña como la posibilidad
de la buena vida que se proporciona a cada uno de nosotros. Tenemos no solo cuerpos para trabajar
físicamente. Aún más importante, tenemos
almas para ver, juzgar y realizar nuestras ideas. Estas capacidades cualifican a los humanos
como cocreadores con Dios, aunque mucho más inferiores.
Sin
embargo, no somos libres para hacer cualquiera cosa que nos dé la gana. Siempre tenemos que hacer la justicia. Eso es, no debemos defraudar a nadie ni
mentir. También, porque todos somos
vinculados, tenemos que cuidar al uno y al otro, particularmente a los
débiles. En primer lugar, somos
responsables por los nuestros – eso es, por nuestros hijos y nuestros padres
mayores. Pero nuestra responsabilidad se
extiende también a los pobres, a los infantes, incluso a los no nacidos, y a
los ancianos. La justicia abarca también
el agradecimiento a Dios. Donde la
parábola dice que el propietario envía “a sus criados para pedir su parte de
los frutos”, tiene en cuenta todos estos actos de la justicia.
Desgraciadamente
los trabajadores de la viña maltratan a los criados. Eso es, los judíos de la época de los reyes
de Israel abusaron a los profetas. La
parábola sigue a predecir lo que los sumo sacerdotes y líderes del pueblo judío
harán a Jesús: le echarán mano, lo sacarán fuera de la ciudad y lo matarán en
la cruz. Por eso, el propietario toma la
viña a los trabajadores para dársela a los otros. Esto es lenguaje parabólico. Significa que Dios tomará la promesa del
Reino a los judíos para darla a los discípulos de Jesucristo.
Se puede
decir que, aunque la promesa del Reino se ha pasado a los cristianos, no es
seguro que todo cristiano la heredará.
Es posible que algunos pierdan su herencia por la misma falta de
justicia. Hay una pareja que trabaja siete
días por semana para ganar la vida.
Tienen cuatro hijos todavía jóvenes. Aunque estos padres pueden proveer
a sus hijos con teléfonos y carros, tienen que darles más. Tienen que proporcionarles su atención y su
cariño. También deben honrar a Dios el
domingo como se nos manda. Si no cumplen
estas responsabilidades, son ni buenos padres ni hijos de Dios dignos.
Ahora festejamos a San Francisco de Asís. Era
persona que siempre tenía en cuenta a los pequeños, sean los pobres o las
responsabilidades cotidianas. El
introdujo el pesebre de Navidad para ayudar a los pobres contemplar la encarnación
de Dios como hombre. También, tenía
siempre en su corazón alabanzas a Dios por la creación. Imitamos su espíritu cada vez que cuidamos a
los débiles. De igual importancia, nos probamos herederos del Reino cuando
demos a Dios las gracias. Qué estas
cosas sean los frutos de nuestras almas – cuidar a los débiles y dar gracias a
Dios.